Durante nuestro caminar estaremos expuestos a innumerables opiniones, etiquetas colocadas en la mayoría de los casos por personas que no conocen nuestra historia, que lo único que han tenido es la oportunidad de ver fragmentos de nuestra vida, matices que no les brindan el panorama completo pero aún así vierten supuestos acerca de nosotros.
Y esas etiquetas sean positivas o negativas, si no se gestionan adecuadamente tendrán impactos significativos, creando grietas que oculten o minen nuestra verdad.
¿Quién dices que soy? Esa respuesta se reserva para los que verdaderamente nos conocen, para los que nos aman tal como somos, para aquellos que han estado a nuestro lado; y por supuesto para nosotros mismos.
Y si hay alguien que nos conoce perfectamente bien, es nuestro Creador, Él que nos conoce antes de nuestra concepción, desde el vientre de nuestra madre (Gálatas 1:15, Salmos 139:13).
La próxima vez, que las opiniones de otros intenten etiquetarnos, recordemos hacernos la pregunta ¿Quién dices que soy? Somos amados, escogidos, perdonados. En Él somos completamente libres en amor y en verdad por lo que esas percepciones no nos definen ni nos etiquetan en nuestra manera de vivir.
Recordando también como está escrito en Romanos 12:3: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.”
Así con la medida justa de un propio concepto de sí, levanta tu frente y sigue adelante. Las adversidades son las oportunidades para forjar tus talentos, tus principios y en esa medida, desde donde estés, hagas lo que hagas, lo que toquen tus manos sea de bendición para alguien más.
La vida es un continuo aprendizaje, y como escritores de nuestro propio destino, en nuestras manos está el elegir qué nos edifica y cuáles son los detalles para dejar de lado; porque como lo encuentras en 1 Corintios 10:23: “Todo me es lícito, pero no todo me conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.”
Sigamos entonces, añadiendo tes a nuestra historia, disfrutando la alegría de vivir, dejando huellas de amor eterno, de misericordia y gracia, que sean un fruto agradable a nuestro paladar (Jeremías 31:3, Cantares 2:3).
¡Hasta la próxima!
Who do you say that I am?
During our walk, we will be exposed to innumerable opinions, labels placed in most cases by people who do not know our history, that the only thing they have had is the opportunity to see fragments of our life, nuances that do not give them the complete picture, but they still make assumptions about us.
Those labels, whether positive or negative, if not managed properly, will have significant impacts, creating cracks that hide or undermine our truth.
Who do you say that I am? That answer is reserved for those who truly know us, for those who love us as we are, for those who have been by our side, and of course for ourselves.
If there is someone who knows us perfectly well, it is our Creator, He who knows us before our conception, from our mother’s womb (Galatians 1:15, Psalm 139: 13).
The next time that the opinions of others try to label us, let’s remember to ask ourselves the question, Who do you say that I am? We are loved, chosen, forgiven. In Him, we are completely free in love and in truth, so these perceptions do not define or label us in our way of living.
Remembering also how it is written in Romans 12: 3: “For I say, through the grace given onto me, to every man that is among you, not to think of himself more highly that he ought to think, but to think soberly, according as God hath dealt to every man the measure of faith.”
So with just the right measure of your own self-concept, raise your forehead, and move on. Adversities are the opportunities to forge your talents, your principles and to that extent, from where you are, whatever you do, what your hands touch is a blessing for someone else.
Life is a continuous learning process, and as writers of our own destiny, it is in our hands to choose what builds us up and what are the details to put aside; because as you find in 1 Corinthians 10:23: “All things are lawful for me, but all things are not expedient: al things are lawful for me, but all things edify not.”
Let’s continue then, adding esteem to our story, enjoying the joy of living, leaving traces of eternal love, mercy and grace, that are a pleasant fruit to our palate (Jeremiah 31: 3, Song of Solomon 2: 3).
Until next time!